Las herramientas que los notarios han utilizado para la realización de su labor han ido cambiando con el devenir histórico. En algún período de la historia del derecho mexicano los notarios no contaban con sellos, por lo que solamente hacían uso de su firma autógrafa; por lo que para brindar una mayor autenticidad en sus documentos dibujaban un signo. No obstante, en la actualidad cuentan con sellos, algunos de ellos llamados de seguridad.

En las últimas décadas, la evolución tecnológica ha permitido que se pueda almacenar, recopilar y transmitir datos en cantidades cada vez más grandes, en soportes cada vez más pequeños. De igual manera, con el Internet se ha abierto la posibilidad de transmitir rápida y eficazmente toda esta misma información previamente almacenada en ordenadores a través de todo el mundo en cuestión de segundos.

Por consiguiente, el uso de las tecnologías de la información y la comunicación es exigido cada vez más por esta sociedad de la información en la que vivimos. Lamentablemente, el Derecho y en particular el documento notarial, aún con el más fino papel y con el más seguro de los sellos y hologramas, no puede satisfacer a este tipo de sociedad por completo.

Lo anterior conlleva a que los notarios públicos se encuentren ante un reto que puede significar una profunda transformación de la institución del notariado mexicano. Partiendo del uso de la firma electrónica para el uso adecuado del protocolo electrónico; cuyo resultado es que los documentos firmados den como resultado documentos notariales electrónicos. Esto significaría dejar atrás la tinta y el sello, para hacer uso solamente de computadoras y programas informáticos.